
Vivimos en una época de grandes cantidades, más que de grandes calidades o cualidades. Ya nadie se pregunta si la última película sobre Wolverine es buena o no, siempre hay quien te pregunta primero:
-¿Cómo le fue en la recaudación?- y lo dicen con tal ansiedad que uno se pregunta si no hablo con el productor.
Claro que no soy de los que creen que un disco, un libro o un videojuego, por tener bajas ventas deba ser catalogado de inmediato como una buena obra. La mayoría de los productos culturales que venden poco se lo tienen merecido.
Sin embargo el éxito o el fracaso, en cuanto a ventas, es una cuestión de fortuna o marketing en la mayoría de los casos. Dudo que Ari Paluch se gane el premio Cervantes, por más miles de libros que venda y señoras babosas y faltas de cariño que se lo escuchen por radio. Ya sé Ari, lo mio es una desviación de mi karma áurico, que por efecto doppler tira para el lado del lila y no el verde manzana que usan las almas elevadas, quizás debido a un exceso de análisis y pensamientos.
Pero si hay algo en mundo que se ha vuelto una orgía de cantidades, es la feria del libro, el lugar donde los analfabetos funcionales buscan autógrafos o se sacan fotos con la primera cara conocida que encuentran.
-Pero la feria del libro de Buenos Aires es un evento que promueve la lectura.- Pensara alguno.-¿Cómo le fue en la recaudación?- y lo dicen con tal ansiedad que uno se pregunta si no hablo con el productor.
Claro que no soy de los que creen que un disco, un libro o un videojuego, por tener bajas ventas deba ser catalogado de inmediato como una buena obra. La mayoría de los productos culturales que venden poco se lo tienen merecido.
Sin embargo el éxito o el fracaso, en cuanto a ventas, es una cuestión de fortuna o marketing en la mayoría de los casos. Dudo que Ari Paluch se gane el premio Cervantes, por más miles de libros que venda y señoras babosas y faltas de cariño que se lo escuchen por radio. Ya sé Ari, lo mio es una desviación de mi karma áurico, que por efecto doppler tira para el lado del lila y no el verde manzana que usan las almas elevadas, quizás debido a un exceso de análisis y pensamientos.
Pero si hay algo en mundo que se ha vuelto una orgía de cantidades, es la feria del libro, el lugar donde los analfabetos funcionales buscan autógrafos o se sacan fotos con la primera cara conocida que encuentran.
Si la mitad de las personas que va a la feria leyera la mitad de los libros que se recomienda que un humano lea a lo largo de un año, no habría tanta gente vagando por los pasillos con la mirada perdida, con cara de me consigo una foto con Horangel o Ludovica y me voy a ver showmatch.
La feria es tan buen promotor de la lectura, como una bodega lo puede ser la sobriedad. Llenos de libros por acá, por allá, los vendedores no tienen ni la más mínima idea de lo que venden ( Excepto las promotoras de revista gente, saben que el semanario tiene de ser posible lo mismo que ellas, pechos y traseros). Así que si la Feria promociona la lectura, hace por lo menos 35 años que viene fallando, que yo sepa es casi la misma cantidad de años en los que el libro vienen en decadencia.
A veces es patético ver a un autor querido lanzado sobre un escenario para hablar de su nuevo libro y no sabe qué decir (aparte de las preguntas zonzas, a falta de una palabra menos ofensiva, que les hace el público)
Pienso que en el fondo es la celebración más rara de la historia, propongo un slogan para el próximo año:
36 feria del libro de Buenos Aires "Donde los brutos* miran tapas de libros"
* Y digo brutos y no ignorantes porque lo último tiene cura porque es un problema social... Lo primero tiene síntomas y los vemos cada vez que hay elecciones.

